lunes, 22 de diciembre de 2014

Matar el amor




Soy la asesina del amor
estoy matando la música que creíamos tan especial,
que flameaba entre nosotros, una y otra vez.
Estoy matándome a mí misma cuando me arrodillaba ante tu beso.
Estoy incrustando cuchillos entre las manos
que hicieron uno de dos.
Nuestras manos no sangran por ello,
yacen quietas, deshonradas.
Estoy tomando las barcas que fueron nuestras camas
e inundándolas, dejando que tosan en el mar
que se ahoguen en él y se hundan hacia la nada.
Estoy atiborrándote la boca con tus promesas
y viendo como las vomitas en mi cara.
¿Y el Campamento que dirigíamos?
A los acampadores los he gaseado.

Ahora estoy sola con los muertos,
vuelo puente abajo,
me arrojo a la basura como una lata de cerveza.
Vuelo como una única rosa roja,
que  abandona una corriente en chorro
de soledad
pero no siento nada,
aunque vuelo y me arrojo,
por dentro estoy vacía
y mi rostro permanece impávido como la pared.
¿Debería llamar acaso al director funerario?
Podría poner nuestros dos cuerpos en un féretro rosa,
esos cuerpos de antes,
y puede que alguien enviara flores
y puede que alguien viniera a lamentarse
y saldría en las necrológicas
y todos sabrían que hubo algo que murió,
que ya no será más, que no hablará más,
que ni si quiera conducirá más y todo eso.

Cuando acaba una vida,
aquella por la que vivías,
¿a dónde ir?

Trabajaré de noche.
Iré a bailar a la ciudad.
Me vestiré de rojo ardiente.
Miraré al río Charles con gran atención,
con sus largas piernas de neón.
Y los coches pasarán.
Los coches pasarán.
Y no saldrá ni un grito
de la boca de la mujer de rojo
que baila sola en Ellis Island,
que gira en círculos,
bailando sola
mientras pasan los coches.

- Anne Sexton

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