martes, 17 de marzo de 2015


"La niña se refugia en su cuarto cuando le entran ganas de llorar. Cierra la puerta, baja las persianas y enciende la luz. Se coloca frente al espejo del lavabo, ante el que jamás se ha maquillado nadie. Es un espejo de dos hojas que pueden abrirse y cerrarse. Es una ventana en la que uno se ve llorar entre imágenes. La autocompasión crece tres veces más que en el patio. El sol no puede entrar. La niña no siente compasión por tener que estar en el cielo sin piernas.
Al llorar, los ojos ven a una niña de nadie frente al espejo.

La nuca, las orejas y los hombros participan en el llanto. A un metro del espejo incluso los dedos de los pies lloran. Cuando está cerrado, el cuarto adquiere la profundidad de la nieve en invierno y abrasa las mejillas igual que el llanto." 

- Herta Müller, La bestia del corazón

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