domingo, 24 de abril de 2016



                       Sofia Coppola, Las vírgenes suicidas,1999


"Las hermanas Lisbon se estaban alejando de nosotros. Ya no podíamos evocar el timbre ni la cadencia exacta de sus voces. Se desvanecía el color de sus ojos, la situación de sus lunares y hoyuelos. Pero en lugar de relegarlas al olvido, contemplábamos las cosas que habíamos conseguido de ellas: el microscopio de Therese, un joyero con una hebra de los cabellos rubios de Mary, la fotocopia de la estampa de la Virgen de Cecilia, y una blusa de Lux.

Las chicas se habían reducido de cinco a cuatro, pero todas se estaban convirtiendo en sombras. Nos devanábamos los sesos para dar con la manera de ponernos en contacto con ellas. Las llamaríamos por teléfono. Sostuvimos el teléfono delante de los altavoces y pusimos la canción que de manera más directa transmitía los sentimientos que nos inspiraban las hermanas Lisbon.

El día siguiente, a la misma hora, sonó nuestro teléfono y oímos el golpe de una aguja al caer sobre el disco y la voz de Gilbert O'Sullivan que cantaba desde un disco rayado. La letra podría haber estado compuesta por fragmentos de un diario que las hermanas Lisbon musitaban en nuestros oídos. Aunque no eran sus voces las que oíamos, la canción conjuraba sus imágenes con más fuerza que nunca. Las sentíamos, al otro extremo del hilo, soplando el polvo de la aguja, sosteniendo el teléfono sobre el negro disco que iba girando. Ya teníamos preparada nuestra respuesta y, apenas la transmitimos, las chicas Lisbon volvieron a transmitir la suya, y de esta manera fue transcurriendo la noche: Todas las canciones, una tras otra, palpitaban con secreto dolor. A veces teníamos la impresión de que las oíamos cantar y era casi como estar con ellas en un concierto."   

- Las vírgenes suicidas — Jeffrey Eugenides

No hay comentarios:

Publicar un comentario